Por Germán Ulrich – 30 de abril, 2020


Escribí Los ariscos en tres tirones. De algo así como un mes de duración cada uno, a lo largo de un año. Pero de eso me fui dando cuenta con el tiempo, a medida que sucedieron las presentaciones después de publicada la novela. En parte, porque nunca me había parado a pensar en cosas que fueron surgiendo en el encuentro con los lectores. La mirada del otro como disparador.

No tuve en cuenta ni en el proceso de escritura ni en el de edición las tres etapas de las que hablo. Quizás porque ese texto creció al mismo tiempo que En el oeste, mi primer libro publicado, y aún junto a otros que no prosperaron o que están por ahí, en algún cajón.

En varias conversaciones me preguntaron por los personajes centrales, especialmente por el viejo y la joven mocovíes. Ahí había una clave, que en parte motiva estas reflexiones.

En Del otro lado, a mediados de marzo del año pasado, Analía Giordanino contó su lectura de Los ariscos y aportó una mirada de mujer urbana, con particularidades que la hacen una escritora comprometida. Con los adolescentes, con la realidad de las barriadas populares, con los feminismos. Allí había otra punta a explorar. ¿Podía ser una jovencita que se crió entre el campo y la costa del río un ejemplo de visión feminista?

Y en ese mismo encuentro, el editor Maximiliano Kreft situó a la novela, quinta obra del catálogo de Campo de Niebla, en un contexto de diálogo con otros libros y otras literaturas, en su caso vinculadas a lo geográfico, en su incidencia sobre las historias que le ocurren a la gente.

En esas y otras lecturas el libro se siguió escribiendo, como quien dice, aunque para atrás.

*

La primera etapa empezó con el viejo Ramón y su hija Rosa. Mocovíes que forman parte del pueblo perseguido, luego de lo que se conoció como el último malón, que en realidad debió ser llamada, en todo caso, la última rebelión.

Eran los inicios del siglo pasado en San Javier, cuando las condiciones de pobreza y marginación llevaron a los mocovíes a desconocer la autoridad de su cacique para buscar algo de dignidad. El resultado fue una matanza y lo que les quedó fue permanecer en iguales o peores condiciones, o escapar. Ese es el asunto de Ramón, que habla en primera persona, en una suerte de memoria de los suyos.

En esa etapa de la escritura del libro, Ramón era un personaje secundario en relación a la rememoración de su pueblo. Cuando terminó el relato de la huida esa primera parte se truncó.

Entonces se sumó Luis, un maestro. Su caso es también un escape, desde la ciudad, de sus demonios. En esta segunda etapa Luis, Rosa y Ramón se volvieron protagonistas en la narración y la historia.

Pero la obra estaba todavía inconclusa y no era fácil determinar la causa, había algo que se resistía. Hubo lecturas de ese momento que ayudaron y surgió una pregunta en relación al viejo Ramón: ¿debía hablar como el resto de los personajes o debía hacerlo como lo hacen hoy quienes llevan su sangre y habitan esos parajes rurales de la Ruta Provincial 1 donde está ambientada, en parte, la narración?

Así sobrevino el último tercio de la escritura, que fue investigar el habla de los mocovíes de hoy, y en ese camino lingüístico y antropológico el texto encontró otros elementos, que explican mejor a los personajes y su devenir.

En esa búsqueda aparecieron diferentes recursos. El profesor Héctor Manni, de la Universidad del Litoral fue una suerte de tutor, desde su tarea como investigador de la lengua mocoví y su trabajo con la comunidad asentada en Recreo. Pero también los documentales, los libros como Eisejuaz, de Sara Gallardo, los textos académicos. Y lo más importante, lo que pude ver escribiendo: que los mocovíes siguen estando, en Colastiné, en Rincón, en Cayastá y de ahí hacia el norte. Y por estar allí, bastó con aguzar el oído, hablar con ellos, como quizás lo venía haciendo sin haber prestado mucha atención.

Estas líneas deberían ser firmadas por quienes preguntaron en cada presentación en Santa Fe, Arroyo Leyes, Cayastá, Viale, San Javier o Reconquista. Siempre de noche, con una copa a mano, en bibliotecas populares, librerías y centros culturales, hubo quien se interesó en saber por qué Luis hizo, Rosa dijo, Ramón mostró. El resultado: esa novela de pasajes.

Músicas para maridar letras

POL NADA

“LA SAN LLAMARADA”

8 Canciones de Linares Cardozo (Full Album) 00:00 Como los pájaros 03:17 Ausencia de río con luna 06:21 Canto a la paz 12:03 La Palma con agua 16:45 Peoncito de estancia 20:09 Canción de luna costera 25:11 Lázaro Blanco 28:48 Carrerito de Montiel

Disponible en: http://www.mamboreta.bandcamp.com Deezer http://www.deezer.com/album/15753740

La San Llamarada es un proyecto doble en dos entregas. Una primera de 8 tracks de Folklore lisérgico Digital a editarse en Marzo 2017 por los sellos Mamboretá PsicoFolk (Formosa) y Fértil ( Buenos Aires) y una segunda entrega de exquisitas reversiones electrónicas curadas por el sello Fértil.